Este será el titular que nos sirva para resumir en varias entregas lo que ha sido una temporada completa y fructífera en nuestro coso de San Arcadio.
Tan completa y tan abundante que no podemos entender como aún no se ha renovado el contrato que se firmara a principios de año con la empresa Ribera Taurina encabezada por José Luís Peralta. Llegó con la firme intención de recuperar el terreno perdido en los pasados años, que la plaza de Osuna recuperara la importancia que realmente debía tener, la que siempre ha tenido, y ese ha sido su lema durante la presente campaña en la que hemos disfrutado de hasta ocho festejos, algo difícil de recordar en nuestro pueblo si miramos atrás. No quiero ni imaginar que ahora lleguen otros y recojan los frutos de lo que este empresario y su equipo han sembrado en nuestro pueblo. Por ello espero que las dudas se disipen pronto y se le ofrezca una prórroga en condiciones por el bien del aficionado ursaonense.
Precisamente al aficionado de nuestro pueblo y al público en general irá dedicado este artículo que no pretende ser una crítica feroz sino una reflexión que nos haga corregir ciertos aspectos que se deben mejorar por el bien de la fiesta y el beneficio propio.
A pesar de haber tenido una temporada prolífica en cuanto a número de festejos se refiere, la asistencia del público no ha sido la esperada. Ni siquiera la tan esperada alternativa de nuestro torero local consiguió llenar los tendidos de la plaza que ha mostrado un aspecto pobre en la mayoría de los festejos. Después nos quejaremos de que “no tenemos toros” y de que las primeras figuras del escalafón no quieren venir a nuestro pueblo pero con nuestra actitud nos lo ganamos a fuego y sangre. Los precios, nada caros, y al que así lo piense que se de una vuelta por las plazas de 3ª categoría de toda Andalucía. Si encuentra algo “más bueno, más bonito y más barato” cómprelo.
Después cabe dar un aviso (por hablar en términos taurinos que es lo que procede) a los que acuden a la plaza y se empeñan en regalar las orejas; así nunca conseguiremos dar una mayor importancia a las faenas que se realizan en nuestro pueblo con la consiguiente pérdida de eco en los medios de comunicación. Vale ya de regalar los apéndices por tan solo hacer el paseíllo. Bastante se rebajan ya las exigencias con las reses a lidiar como para que ahora el público sea tan benevolente a la hora de otorgar los trofeos. Otro sector del público es el encargado de hacer las faenas desde el tendido. Aunque suene a tópico, el matador sabe (distinto es que no quiera) lo que hace en el albero y no creo que necesite el consejo de “los entendidos” que gritan cual maestro de escuela taurina.
El culmen de la desvergüenza se produjo el domingo de feria en el que acudieron las cámaras de la televisión autonómica. A pesar de que dos de los rejoneadores tuvieron la valentía y honradez de torear en las condiciones que lo hicieron, buena parte del público abucheó y recriminó un paseillo en el que faltaba alguien que no estaba por decisión propia, alguien que se auto- excluyó del cartel curiosamente al día siguiente de abrir la puerta grande de Madrid.
Aficionados que llaman desde el tendido al toro con la consiguiente distracción y el peligro que conlleva, el que pide la música insistentemente, el que tira lo primero que se le ocurre en el paseíllo y así podríamos seguir unas cuantas de páginas más pero me extendería demasiado. Lo importante es que como he dicho al principio no se tomen esto como una crítica sino como una reflexión. No vayamos a tener que repartir otra vez los abanicos en la puerta de la plaza con el “decálogo del buen aficionado” como se hiciera años atrás, demostrémoslo sin que nos obliguen. Y en estos días vacíos, sin toros, con las plazas descansando y con el ajetreo en los parlamentos y en los despachos solo me queda decir ¡que viva la fiesta nacional!
José Manuel Haro González