
Muchos son los que dicen que el escalafón actual está repleto de figuras que no cuentan con la ayuda de un animal noble que repita embestidas de cinco o seis muletazos en cada tanda. Y, para colmo, cuando hay toro, tenemos la suerte de que le caiga en gracia a un torero que no lo sabe lidiar, convirtiendo el espectáculo en un simple pegar pases intentando alentar a las multitudes con gestos y demás añadidos innecesarios.
Pero en Osuna tenemos a un visitante que se obstina en no ausentarse de casi ningún acto o celebración de las que tienen lugar en nuestro pueblo. Nada hay más desagradable para una corrida de toros que el solano. Ni la lluvia diría yo que desluce más que el aire amigo de la locura.
Esperemos que en los tres días de festejos no tengamos que escribir ni una sola línea más respecto a este invitado sin entrada:
-El viento no tiene prisa.
-¿Que no tiene prisa el viento,
y va despeinando olivos
y apagando los luceros?
¿Que no tiene prisa? Huraño,
hace miles regateos
y termina en remolino
que se deshace en el cielo.
-Que no. Que no tiene prisa,
que el solano sigue el juego
de la perdiz volandera
y del perrillo podenco.
El viento no tiene prisa.
-¿Que no tiene prisa?...
Entonces, ¿Por qué desarma
con la fuerza de un ejército?
¿Por qué acorrala a la gente
y causa tanto respeto?...